Revista Viajero Nro. 61 - Diciembre de 2011


Trabajoso descanso

En ocasiones necesito descansar; quizás a ciertas personas esto le parezca una tontera, pero es tan simple y necesario que suelo olvidarme de ello. Para ser más claro, me refiero a la despótica necesidad de que el mundo frene por un rato, que el grabador deje de sonar, que el mensaje se detenga con su semiótica reproductividad y mi mente deje de rumiar pensamientos por inconmensurables segundos. Es en ese preciso momento de hastiosa iluminación cuando la exigencia de poner un coto al acontecer diario se vuelve una emergencia terapéutica.
La semana pasada me sucedió eso mismo, el universo a mi alrededor se aceleró, todo giraba demasiado deprisa y yo solo me encontraba reducido a un mísero espectador. Gente, charlas, deberes, salidas, trabajo y demás fue proyectado sobre mi conciencia como un film, me encontraba inmerso en la maquinaria de Morel y con ello obligado a la reproducción infinita de actos sin sentido. Yo, mientras, impelido por la necesidad de ser admiraba las imágenes que eran proyectadas sin capacidad de análisis ni reflexión. En ese preciso momento solo pude desear que el mundo se detuviese por un par de minutos. Recordé la serie flashforward y me imaginé a todo el mundo detenido en un sueño reparador mientras yo recorría en una inmensa y estoica paz sus efímeras galerías. Pero, como ya imaginarán, esto nunca sucedió, mi mundo comenzó a correr más rápido; en lugar de detenerse se puso a circular a grandes velocidades mientras yo estaba estático.
Súbitamente una idea inundó mi mente, si el mundo no frena, puedo frenar yo, me dije a mí mismo. De esta forma decidí abandonarme y como los antiguos griegos encerrarme en busca de mi desolada paz de regeneración, la cura por el encierro sería la única salida racional a mi problemática.
Y es así que, acompañada del ocio constructivo, resultó, y hoy ya todo posee la misma sintonía y vibro con idéntica frecuencia. Es por ello que solo me resta decir que ésta es una necesaria apología del descanso y el ocio constructivo, sin olvidar lo costoso de obtenerlo.

Emanuel G. Cañoto
21/11/2011





Renacer

Renazco cada día
en mi vida,
cuando el sol
sale al amanecer.
El resplandor de
sus rayos me
ilumina y da
alegría a todo
mi ser.
Será porque
está Dios
entre sus rayos
y mi alma
ilumina toda.
Será porque mi
corazón está
tranquilo y la
paz en mí desborda.
Quisiera transmitir
a todo hermano
el amor que Dios
puso en mi vida;
la alegría que
inunda mi alma,
que seguirá todos
los días de mi vida.

Tita





A mi lado

Sin ti no tengo rumbo,
por ti una vida vivo.
Te esperé mucho tiempo
y a mi lado te tengo.

Mi corazón está en paz,
mi mente fresca y abierta;
no tengo malos pensamientos
y mi piel descansa en vos.

Abro mi ventana y te veo,
el día luz es eterno,
la noche tan solo un relámpago.
Transito mi vida seguro
y es porque a mi lado te tengo.

Tanto es el amor que siento
que mil hojas desgrano.
Cuando mis ojos se estén cerrando
diré tu nombre, y junto a el,
la palabra te amo.

Recorro espacios vacíos
donde antes, mis pensamientos moraron.
Hoy es solo un recuerdo,
porque tu estás a mi lado.

Héctor Carpio





Recuerdo

Recuerdo tu mirada dulce
y nuestras manos tomadas,
bajo los ceibos en flor
dándole marco a la estampa.
Cumplirás un nuevo ciclo,
ciclo de mujer casada,
un marido, varios hijos,
los quehaceres de la casa.
Pero habrá alguna noche
que abrazada a la almohada
volverá la juventud
entre música y caricias.
No olvidaré ya tu nombre
ni el rubor de las mejillas
cuando distraídamente
algún beso te robaba.

Beatriz Guano de Scalisi






La edad? O qué?

Grandes acciones de pequeñas personas, una lágrima en el patio.
      Grandes acciones de pequeñas personas, un sombrero embarrado
Pequeñas personas juegan a ser grandes
Un hombre grande pero con corazón joven y soñador ve la escena y sonríe…
Sin embargo, otra persona no ve la escena
      solo ve el sombrero embarrado.
Y genera la lágrima en el patio, que por suerte
           quedara como una pequeña acción.
De una persona “grande”.

Fernando Biza





Te espero

El sueño me invade
poco a poco
y en la neblina de mis ojos
se cierran mis párpados cansados.
Tu imagen se vuelve rea
y me inunda la sensación
de haber caído en el delirio
de pensarte
de evocarte
de extrañarte.

Gracias.
Por haberme alcanzado a tiempo.
Por rescatarme del abismo
de la soledad hambrienta
y compartir juntos
a un Dios que aplaude
como un niño emocionado

Elizabeth Franken





De mudanza

Agarro la lapicera
para escribirte Susana.
Me mudé sin avisarte.
Ayer mismo a la mañana
no hice nada
te lo juro
que no esté muy permitido,
pero ya habrás advertido,
soy bastante corajudo.
No te pido me perdones
te lo digo sin tapujo
acá me tratan muy bien
sin demasiado lujo.
Nunca me habían alojado
en este tipo e’ pensiones.
Me sacaron los cordones
el bobo y el cinturón.
Solo te pido un favor
si te aparece un chabón
se que tenés a montones,
pedile que te adelante
unos mangos pa este croto.
Te paso mi dirección
no te podés perder,
Bermudez y Nogoya
Estación Villa Devoto


Carlos Amilcar Lopez

Revista Viajero N° 60 - Noviembre 2011

 

Grandes esperanzas...












Alado, el soñador, se sumerge en la fantasía.
Cruza el puente hacia la verdadera vida,
se duerme en el tiempo, se paraliza el dolor
y la realidad pierde sus anclas.


Y así, sutilmente, el viajero se pierde
en la inmensa pradera de los Sueños y el Deseo
y se derrumba el muro que separa las aguas
del mar de la cordura y el pantano de las ilusiones.


Y cuando se cruza el umbral, ya no hay otra salida
no hay vuelta atrás.

Nahuel Melis









Secundaria estudiantil 

Dedicado a mis compañeros
Egresados 1989

Hoy muere una travesía
que el destino me ha dado,
atrás quedaron cinco años
y por eso estoy apesadumbrado

Me acuerdo de aquel entonces
como un refrán divertido,
me agrada saber ahora,
que el tiempo no he perdido

Muchas anécdotas salpican mi memoria,
muchas de ellas no las quisiera, 
y a quinto segunda lo recordaré 
hasta el día que me muera. 

Quisiera con estos versos 
refrescarles la memoria,
de muchos es el comienzo,
de otros el fin de una Historia. 

Estudiar nos sirvió de mucho 
saber valorar es mejor.
La escuela deja una posta
que la toma la ilusión.

Con los amigos que tengo 
no fue difícil estudiar,
sabemos de todo un poco
nos alcanzó para terminar

Héctor Carpio

















Lentamente
 
En tiempo vertiginoso
pasó la infancia
pasó la adolescencia
pasó la juventud…
Con los años
se va adentrando
en el pensamiento,
en los movimientos,
en las entrañas
la serenidad
que se entrega lentamente
muy lentamente…
hasta dejar de ser.
 
Olga Besada
















Nevando 

Feliz cumple pá!

Va cayendo la nieve sobre tus años 
y voy viendo en tu rostro tus recuerdos.
Solo el tiempo quita, las vendas que nos ciegan 
para desenvolver ciertos regalos,
y comenzar a valorar el brillo que nunca vimos.
Cuántas palabras soltaste por el aire,
algunas la deje volar y otras me enseñaron a caminar
te miro y me llevas a tu juventud.
Donde la sonrisa que hoy me llena
antes, dice mamá, era herramienta de conquistas.

¡Cuántas veces quisiste hacerme creer
que la vida te habían endurecido! 
Y mientras más voy creciendo menos te doy creyendo!
Tuviste errores por supuesto ¡yo también lo los tuve y los tendré!
pero ya he aprendido a mirar detrás de tu coraza de "hombre"
y me ha deslumbrado tu dulzura.

Me has enseñado a amar las cosas simples;
a mirar más allá de mi comodidad;
a ser generosa sin mirar lo que se da;
a calmar, perdonar y volver a empezar;
a esforzarme para alcanzar; a cuidar lo alcanzado;
a disfrutar cada instante pero sin desperdiciar; 
a luchar por los sueños,
pero sin despegar los pies de la tierra,
¡tantas veces no hago caso a este consejo!
y sin embargo te he escuchado decir "¡entonces continúa!"

Una parte de tu corazón camina detrás de la cordillera,
la otra nos pertenece a los de esta tierra.
Viejito mío... querido papá!
Pocas veces lo decimos con palabras
hoy no quiero dejarlas callar 
hoy quiero que se sienten en esta hoja y las leas:
Te amo tanto... chileno loco, gracias por todo lo que entregás! 

Liliana Araya
















Te busco, te encuentro, te pierdo

Cada noche, a emborracharme.
Cada vicio, a encerrarme.
Cada estación, a encontrarme.
Cada estrella, a tratar de buscarme.
Cada vez que no te veo me pierdo 
en la noche, en cielo y el infierno.
Pero cuando apareces la tierra 
se transforma, mía sólo mía. 
¿Cómo haré para buscarte,
para acariciar esos ojos 
que encaminan mi destino?
El amor y la noche muchas veces no se llevan bien,
pero ¿qué busco yo cuando te busco?
Sos mi estrella, mi cielo, mi destino.
No creo en la tierra, en la justicia 
pero creo en encontrarte.
Sos mi alma, mi cielo y mi celo
¿Dónde estás? ¿Dónde vas? ¿Qué buscás?
Cada vez que no te veo me pierdo,
en la noche, en cielo y el infierno.
Pero esas veces que te encuentro
me das luz, vida y amor. 
No estés triste,
ya estoy cerca de encontrarte
son menos los kilómetros
de esta roto sin fin.
Cada vez menos.

Matías Cardey

Revista Viajero N° 59 - Octubre 2011

 


El que busca no siempre encuentra
(Silencios de un ruidoso corazón)
















Que nunca


la voz
que diga palabras cargadas de mensajes

la letra 
que escriba frases de esperanza

el pensamiento 
que arrulle utopías

el grito 
que reclame paz sin cesar

el poeta 
que nunca calle su canto

©Elisabet Cincotta 
de De pie/2009















Misterio
Tristeza
Dolor…,
Desierto
Sed
Pesar…,
Desilusión
Consuelo
Perdón…,
Fe
Esperanza
Caridad…,
Encuentro
Despedida
Regreso…,
Alegría
Amistad
Amor…,

Pan que se ofrece
en la patena de la vida,
de esta vida… tuya, mía, nuestra…!!

Beto Cardozo
24/08/10















Madre


Ni la inmensidad
profunda y misteriosa
de los cielos
puede compararse
con tu ser
madre querida
eres luz que ilumina
los caminos
y bálsamo 
en las horas de mi vida.
Te doy las gracias
infinitas, porque
tu vientre cobijó
mis nueve meses.
Te amo madre querida
y aunque no estás 
en este mundo 
estás conmigo
siempre madre mía

Tita















Luna oscura
navegante etéreo
un sol clandestino
ruido incierto, como de viñedo
     gotas una a una…
Más que decir?  Destello!!!
Construcción de un árbol horizontal
estrellas en un desierto como negándose,  a solo un universo
Será un cansancio anticipado?
     o el naufragio?  No lo se.
Colores sin nombre, burbujas danzantes
      Explosión...!!!
Ranas coristas, como público el universo.

Fernando Biza















Oídos


Sensibles. Bastante. Así eran sus oídos. El médico clínico lo había derivado a un otorrinolaringólogo, ya que la suya era una enfermedad específica y sumamente extraña.
El experto, un hombre mayor de aspecto circunspecto, alzó una ceja extrañado al terminar de examinarlo.
-Sinceramente, González- comenzó, mientras volvía a sentarse con parsimonia detrás de su escritorio-no recuerdo haber visto algo igual.
 Apoyó los codos sobre la mesa y se rascó la barbilla pensativamente.
-A ver, cuénteme como empezó todo-y tomó una birome y papel. 
-Bueno, al principio fue un dolor agudo en ambos oídos. Supuse que era algo pasajero, y me tomé un analgésico para calmarlo hasta que sanara. Pero el medicamento fue como agua para mí. El dolor continuaba igual o peor aún. Días después, inesperadamente, tuve un período de alivio. Como me sentía perfectamente, me olvide de mi dolencia.-El médico lo observaba con atención, y cada tanto anotaba algo.-Pasaron semanas, casi un mes sin problema alguno. Luego, mis oídos empezaron a molestar nuevamente, con la diferencia de que está vez se sumaba otro detalle: ¡mis orejas comenzaron a tomar este tono morado oscuro y a doblarse sobre sí mismas, como usted puede ver ahora! No puedo explicarle mi incredulidad y la de mi familia cuando comenzamos a notar como esta… ¿mancha? empezaba a salir del conducto auditivo, tomando el resto del pabellón…
-Perdón-interrumpió el doctor, y lo frenó con un gesto de su mano, mientras se subía los anteojos con un dedo-¿Sufrió algún golpe en esa zona? ¿Una herida? ¿O tomó contacto con alguna sustancia que podría haberle resultado nociva?  
-Mmm-entrecerró sus ojos e hizo memoria-no, nada importante que yo recuerde.
-Mjm-musitó el hombre, y recostó el mentón sobre el dorso de su mano-¿Y después?
-Y después decidí consultar. El dolor me estaba agotando, y el aspecto de mis orejas me asustaba. 
-No es para menos. Mire, no creí poder volver a sorprenderme en una consulta, llevo largos años en esta profesión… ¡Pero esto! esto es sin duda un caso muy singular.
El señor González sonrió. ¿Singular?-pensó-¡mis orejas parecen a punto de desprenderse de mi cabeza! 
-Hágase estos estudios-prosiguió el médico, pasándole un montoncito de recetas-tome esto mientras tanto, y vuelva cuanto antes.
Luego de 2 semanas, González se hallaba otra vez sentado en la sala de espera.
-González-se oyó una voz desde el consultorio. Él se levanto del mullido asiento, dejó la revista que estaba leyendo con desinterés y caminó. En el corto trayecto que lo separaba de su destino, se percató de las miradas curiosas del resto de los pacientes. Supuso que se debían a su llamativo gorrito coya con orejeras.-Mejor-se dijo tristemente-es mejor que se rían del gorro, y no que se espanten con mis orejas. Entró con paso decidido.
-Perfecto. Todo perfecto.-afirmó el médico mientras tomaba anotaciones y calculaba fechas con un calendario. Suspiró y se sacó los anteojos lentamente-Hablé con algunos colegas muy prestigiosos. Nos ha llamado poderosamente la atención la circunscripción de los síntomas. Ninguna otra parte de su organismo presenta daños, ni superficial ni internamente. Sus defensas no han aumentado, con lo cual deducimos que no hay infección. El estado general es normal, por no decir óptimo, salvo por el hecho de que sus orejas parecen marchitarse como hojas.
Angustiado, González apretó los labios y asintió con la cabeza.
-Definitivamente sorprendente-continuó-Estaríamos en la más profunda incertidumbre, si no fuera porque aún nos quedan dos posibilidades…
-¿Cuáles, doctor? 
-¿Oyó hablar de las patologías nerviosas?
-Sí, creo que alguna idea tengo.
-Bien. Entonces cabe preguntarle si ha tenido últimamente emociones muy fuertes que podrían haberle afectado, o períodos depresivos…
-Emm…llevo una vida bastante tranquila y rutinaria-se encogió de hombros- Trabajo en una fábrica de plásticos, tengo mujer, hijos…sin mayores sobresaltos. Tampoco me deprimí…
-¿Ninguna noticia, acontecimiento desagradable?
-Ahora que usted dice…hay algo…pero no sé. De verdad me sentí bastante mal. Fue una noche, justo antes de que comenzara el dolor. Había intentado olvidarlo en realidad-el hombre bajo la mirada con pesar-Oí un grito…que me heló la sangre. Era una mujer, que después pareció suplicar algo. Bajé las escaleras de mi casa lo más rápido que pude. Cuando estaba por llegar a la puerta, oí un auto que arrancaba…al salir, la calle ya estaba desierta… Jamás el silencio me había parecido tan absoluto como después de esos gritos, esa voz suplicando…No puedo poner en palabras la desesperación de esa mujer…nunca había oído algo tan inmensamente triste, doctor…-terminó, con la vista clavada en la pata del escritorio. A su interlocutor, le pareció ver una lágrima escapándose de sus ojos.
-Pasado ese hecho, me torné muy susceptible a algunas cosas…
-¿Por ejemplo?
-El llanto, por ejemplo. Me está pasando también que noto fácilmente los sentimientos de las personas cuando están hablando…La indiferencia, el desprecio, el dolor…la mentira…Es como si mis oídos se hubiesen vuelto más…perceptivos…-parecía sorprendido por su propia conclusión. El doctor afirmaba con la cabeza.
-Doctor…
-¿Si?
-¿Cuál era la otra opción?
-Alguna patología desconocida, que los estudios no hayan podido detectar…Veremos
-¿Hay riesgo de perder la audición?
-Al parecer no…usted no escucha menos, usted escucha y sufre. En realidad su aparato auditivo parece estar simplemente expresando a gritos lo que lo atormenta. Quizás esté usted más sano que muchos, González.

Camila Ayelén Cecmac















En la noche más oscura se confunden,
los trazos del sendero por el cual camino mi existencia,
colmando mis alegrías, todos sus huecos.
Y también mis lágrimas regaron a mis pasos
tantas veces. Incierto momento que un giro, provocó la 
separación de mis costumbres, ya nada depende del 
entorno, ya todo es transformación en mi,
aunque me resisto a ser apartado de sus huellas.
La química del pensamiento, es como la moneda, la 
posees, pero dueño no eres de ello, y de milagro ejerce 
tus deseos.
Asiduamente los temores producen un quiebre confuso e 
infausto, y el afecto, un atrevido placer, lo cual dichoso 
hace. Todo es posible en él, no tiene fin de curso, no 
canjea tinieblas por luz, pero da la posibilidad de 
rebatirlo, con mesura, que el cariño que nos circunda 
ingrese, y en las antípodas de la desazón, lograda sea su 
meta por siempre.

Luis Estevez















Mis maestras


Calla no te asomes
ellas son mis maestras 
que me hicieron la vida.
Calla, no interrumpas,
les estoy contestando
diciéndoles LAS AMO.

Susana Isac















Cosas lindas


Puedo hablar de cosas lindas
de la belleza de tus ojos,
de las ondas de tu pelo,
de tu silueta excepcional,
de tu elegante forma de 
desandar, de tu inteligencia,
sutileza y tu candor,
de tu altitud comprensiva
y de tu alma maternal
También puedo
mandarte a pasear

Carlos Amilcar López

Revista Viajero Nro. 58 - Septiembre de 2011




Yo no planifico nada


Yo no planifico nada... la verdad es ésa. Estoy convencido que uno de los grandes males de esta sociedad es la constante presión social hacia el orden y la planificación. Sin el menor temor a equivocarme y sin miedo a dedos acusadores que me señalen, puedo afirmar que el exceso de organización táctica operando sobre los súbitos avatares de la vida sólo generan un vano intento de estructuralismo falaz. Vuelvo a repetir a los gritos: Yo no planifico nada. Ahora bien, no confundir esto, no quiere decir que no piense a futuro ni mucho menos, sino todo lo contrario. Mi amor por la vida me impela a quererla así tal cual es, sin intentar cambiarla ni tampoco quitarle su mágica impredecibilidad. Amar a la vida es gozar de las sorpresas que nos brinda día a día, las buenas y las malas. De esta forma, la misma física nos plantea su problema de los tres cuerpos, que al parecer no tiene solución o es por lo menos por demás caótica, para demostrarnos lo impredecible que es la vida.  Y puede ser que, en última instancia, la vida es caótica, y tal vez los equivocados somos nosotros que intentamos sistematizarla en nuestro racionalista intento de sensato entendimiento.
Muchos apologistas de la proyección se estarán rasgando las vestiduras al leer estas líneas, pensarán que en el mundo y en la naturaleza ellos ven orden. Pues bien, quisiera decirles que no es mi caso. Y es por ello que yo me acoplo al cosmos y mis cosas son un desbarajuste, mis libros se encuentran en donde caen, mi escritorio está siempre recubierto por aquellos elementos que karmicamente han sido depositados allí y, la búsqueda de algún elemento resulta una aventura que no logra eludir algún reproche elocuente a mis formas, a causa de los apuros momentáneos. Pero a su vez, tras el encuentro del objeto, la felicidad perfuma el ambiente, la vida retoma el normal curso de mis días y mis preocupaciones se liberan. Si a todo le sumamos mi escasa memoria (tema de un próximo escrito) mi vida se torna una aventura permanente inmersa en un crisol de sensaciones y humores cambiantes, que hacen que al finalizar el día esté alegre de mis formas de deleitarla.

Emanuel Gonzalo Cañoto
22/08/2011









Por siempre amarte

Te miro permanente,
quiero no olvidarte.
Acaricio suavemente tus manos,
quiero no perderte.

Me quedo al lado tuyo,
quiero no dejarte. 
Te abrazo fuerte,
quiero mi corazón entregarte.

Te escribo estos versos,
quiero en ellos nombrarte.
Miro el cielo en tus ojos
quiero hasta su altura, llegarme.

Te miro, te acaricio y te abrazo,
quiero todo, a ti ofrendarte,
quiero con toda mi vida
y mi corazón entero, quiero…
Quiero, por siempre amarte!!

Beto Cardozo
23/11/09









Un balde de agua fría

A la memoria de Axel Acuña

Un baldazo de agua fría. Esa sensación. Después, no poder creer que esa persona que te saludaba con una sonrisa, que no conocías, pero probablemente tuviera similares anhelos, penas y alegrías que vos, haya sido asesinada. Después, una honda tristeza ¿Y por qué dejar que pasara, otra vez, esta sensación de impotencia sin hacer nada más que decir “pobre”? Y es porque me niego a aceptar que, de un día al otro, un pibe con todo el futuro por delante, sea apuñalado, desaparezca así como así, y parezca normal.¿No es demasiado injusto? Uno todavía no entiende bien para qué está en este mundo, y tiene que irse sin entenderlo tampoco, viendo como la vida se le escurre como la sangre, en un par de minutos, y lo que antes era, sentía, latía, ya no existe.

Lo nefasto del hecho radica en que, además de una muerte absurda, hay alguien que en algún momento fue un niño, y después, asesino ¿Qué pasó en el medio? También me lo pregunto yo.

En una de esas, nuestra sociedad no es precisamente una impulsora de buenos sentimientos en las personas. Pues un modelo social que privilegia el tener al ser, que excluye, que forma a sus integrantes con medios mentirosos y televisión basura, que es indiferente al dolor de sus hermanos, que destruye almas y se lleva la alegría a otro lado, no está excluido de responsabilidades, es más, creo que las tiene en gran medida.

¿De qué nos sirve, quiero saber, ese celular modernoso que poco le falta para empezar a lavar los platos? ¿Cuánto valor posee el auto que más que auto es una nave? ¿Cuán importante es el plasma con HD que, con lujo de detalles, nos muestra lo lindo de la vida a través de la pantalla? ¿Qué tan sublime es la red de redes, Internet, que nos une sentados en casa  frente a una máquina?
 Quiero preguntar: este famoso “progreso” de la humanidad ¿vale una vida? ¿Vale todo lo que se está llevando por delante? Este progreso para algunos pocos, es excluyente ladrón y criminal para muchos. Este progreso parece ser, ante todo, una engaña pichanga. Y nosotros estamos dentro de este sistema ¿no vamos a mover un dedo siquiera?

¿Qué está pasándonos? Bien con la era tecnológica, pero no somos máquinas, no somos robots, ni clones de nadie. Como seres humanos no podemos permanecer indolentes ante este tipo de hechos, no podemos negar estas aberraciones. No podemos cerrar los ojos ante asesinatos, trata, tráfico de órganos... ¿vamos a encerrarnos a ver por televisión esta agonía lenta de nuestro pueblo, nuestros sueños, nuestros valores?

Mi indignación no es para nada original. Miles, millones, se enfurecieron, se enfurecen por las atrocidades a las que lleva este sistema “come humanos” ¿Palabras de bronca y rebeldía? infinidades, ¿vidas de lucha y sacrificio para hacer algo mejor? incontables. Es difícil ser consciente del poco alcance de tu protesta. Pero creo que es mejor sumarse a las voces de repudio, que quedarse callado.
 Y no es suficiente escribir, no es suficiente hacer bien tus “cosas cotidianas”, ni votar 2 veces  cada cuatro años…hay que salir, hacer oír nuestra voz. Desde el lado que vos quieras, el lugar que más te guste, lo que más ames hacer. Aunque parezca poco, debemos empezar por algo…Está en tus manos… ¿Vos qué vas a hacer? 

Camila Ayelén Cecmac









Sueños Eternos

A Javier Albornoz

Recordaré esa mirada.
Recordaré eternas tardes junto a ti.
Largos paseos. Mañanas, tardes y noches.
Luz de delirio. Luces en el alma que ningún río podría colmar de agua dulce esa sonrisa.
Ni altares ni cascadas podrían compararse a tu esencia. 
Sentimientos que encontré en un baúl, en lo mas profundo del alma. De mi alma.
Eres agua, eres tierra, eres cielo. Eres campo, eres estrella, eres inmenso e infinito.
Eres eterno como aquel sueño en el que te abracé eternamente.

Cintia









Muerte ingrata

Muerte ingrata que andas por la vida,
causando dolor.
Muerte equivocada por creer amarla 
más que yo.
Envidia le tienes a la vida
porque ella puede disfrutar el sol,
tu vives en las sombras y te alimentas 
del dolor.
Muerte ingrata no me dejas refutar,
no me dejas que reproche ni tampoco 
tu nombre gritar.
Muerte enamorada que disfruta mi 
dolor, a ti nadie te ama, no conoces lo 
que es el amor; quiero refutarte y 
enfocar la ira al cielo, porque te 
llevas el Amor que habita este suelo.

Héctor Carpio









Incierto

Estaba en el límite de mi gran ciudad, 
deambulando llegué hasta ahí. 
Miré al naciente, y en la desolación de sus 
oscuras aguas, no encontré respuestas del 
porqué navego sin posarme en ellas;
y en el distante horizonte de este extenso río, 
observo ansioso qué se ocultara tras él, cómo 
llegar sin arrepentimientos de haber 
abandonado el opuesto de ello. 
¿Por qué cambiar, por qué no recordar lo 
vivido? No deseo olvidar todo, y por mi resto, lo 
desconocido quizás rechace mi 
presencia y no halle espacio donde 
guarecerme, ni encontrar el camino que creo 
haber perdido en mi mundo. 
La hiriente realidad, igual me da motivos de 
alejarme por siempre, hacia el incierto y el 
confuso destino, que aventuré vivir.

Luis 528










Un mal tango

Solo, como un ave que 
persigue la tormenta,
anestesiado, volviendo de 
una larga noche.
¿Cuánto pasado
se puede soportar?
Soy un puente
pero no conduzco a nada
¿de qué sirve
ser un puente que 
nadie quiere transitar?
Estoy realmente roto,
solo despojos,
palabras del color
de las cenizas;
La sombra de la sombra
la letra perfecta para 
un mal tango.
Pero dolorido y todo
no quiero volver a equivocarme
y hacer algo que te haga volver.

Damián Olivera

Revista Viajero Nro. 57 - Julio de 2011




Buscando

Si la encontrara de repente en algún lado
no sabría que decirle,
me quedaría con los ojos desorbitados,
me pondría exaltado, excitado, deslumbrado,
todo a la vez.
No sentiría nada y a la vez sentiría todo.
Solamente me quedaría en silencio
esperando que la cuchillada de su voz
atraviese mi vacío,
arrebatándome del caos de mis sentidos ciegos y entorpecidos.
Jugando ¿por qué no? A rescatar al ausente
ese paso que nunca se encuentra,
muriendo para siempre
perdido
donde siempre
nunca
quiso.

Nicolás German









Viento

Hojas secas se amontonan
en la calle solitaria
las mueve un viento suave
que las hace corretear.
Las veo como figuras
abanicos desplegados,
pájaros caídos,
mariposas de alas grandes.
Quién puede interpretar
los movimientos del viento
que va de acá para allá.
Dónde se esconde
cuando no está.
De dónde sale
cuando regresa.
¿Y ahora
dónde estará?

Olga Besada









En la Mesa

Juan estaba sentado delante de Carolina. No sabía cómo decirle que la amaba. Entonces se metió dos dedos en la garganta y vomitó todas las mariposas sobre la mesa.

Desembarco

El día de la gran batalla él desembarcó anónimo entre sus cientos de compañeros.  Avanzó a toda velocidad y en un momento el camino se dividió en dos.  No supo qué hacer. Falleció, sin medalla, allí, lejos, en las trompas de Falopio. 

Otra Almohada

Llegó del trabajo a las seis. Se dirigió a la cocina y puso a calentar agua para unos mates. Revisó su casilla de correos y no tenía ningún mail nuevo. Quiso fumar pero ya había dejado de fumar, no quiso volver a empezar. No puso música porque de golpe, ahora, todas las canciones hablaban de lo mismo. 
Se acostó en la cama. Intentaba dormir. Abrazó la almohada. La apretó contra su pecho y dijo: yo también. 

Juan Sebastián Gil
tercerasalida@hotmail.com









La cuidadora

Recuerdo aquel verano del 88 yo tenía unos 9 años, mi prima unos 10, creo, no estoy segura, sé que era mayor que yo, pero ha pasado tanto tiempo que no recuerdo si eran unos meses o unos años mayor. Mi abuela nos tenía poca paciencia, creo que lo único que ella quería era tener una vejez tranquila en vez  de andar cuidando a dos chiquillas terribles, la verdad es que nosotras amábamos a nuestra abuela, pero su casa nos brindaba infinidad de posibilidades de travesuras. Pasábamos los días con ella, ya que nuestros padres trabajaban todo el día y no teníamos quién nos cuidara, a veces nos íbamos por semanas enteras a la casa de la abuela en los meses de verano, sin escuela teníamos todo el tiempo libre para nosotras.
Las tardes eran calurosas, y las siestas largas que nuestra abuela nos obliga a tomar, pues a ella le encantaba recostarse luego del almuerzo a escuchar su programa preferido de la radio y como desde su habitación no podía cuidarnos, nos encerraba en la habitación para que durmamos nosotras también.
La casa de mi abuela era grande, con techos altísimos  y grandes ventanas de madera, en el parque del fondo tenía varias plantas frutales, con mi prima jugábamos a la mancha entre las plantas para horror de mi abuela, ya que siempre nos estaba gritando que nos íbamos a lastimar con alguna rama baja de los árboles de naranjos o de ciruelos.
Como buenas chicas salvajes que éramos, nos encantaba jugar con barro, correr, jugar a la pelota con los chicos del barrio y por sobre todas las cosas, nos gustaba treparnos a los árboles.
Había un árbol, uno sólo el que teníamos explícitamente prohibido subir, por la gran altura, y era el que más ansiábamos escalar en las siestas cuando nos escapábamos por la ventana de la habitación, la higuera. Tenía más años que la casa, estaba desde antes de que construyeran, los higos que daban eran los más deliciosos del barrio, más que los de cualquier verdulería de la zona, porque tenían el sabor de la aventura, los más ricos siempre estaban en lo más alto. Con mi prima apostábamos para ver quien subía más alto y alcanzaba los frutos más ricos. 
Cuando mi abuela terminaba de escuchar su programa, de dormir la siesta en realidad porque siempre luego de los 10 minutos de escuchar como prendía la radio y de sentir el rechinar de los resortes de la vieja cama de hierro, se escuchaba inevitablemente sus ronquidos, llave para que nosotras nos escapemos sin peligro a ser escuchadas; cuando mi abuela despertaba y veía los higos en la cocina su cara se transformaba y nos gritaba que la higuera era peligrosa, nosotras nos reíamos, lo hacíamos siempre, el treparla y bajar los higos era un juego más para las intrépidas primas que a todo se enfrentaban, a los resoplidos de nuestra abuela no hacíamos más que poner caras de contritas y jurar que no lo volveríamos a hacer, pensando en el día siguiente volver a treparla, no le hacíamos mucho caso a ella, hoy me doy cuenta de lo importante que es hacerle caso a los mayores, pero en ese momento nos creíamos inmortales.
Una tarde, como tantas otras, escuchamos a la vieja cama de resortes de mi abuela, la radio encendida y la respiración lenta y acompasada de mi abuela durmiente. Salimos como todas las tardes a esa hora, por la ventana y nos dirigimos a la higuera. La otra tarde habíamos visto desde la base unos higos maduros casi en la cima del viejo árbol, y nos prometimos con mi prima a bajarlos, éstos estaban mucho más altos de lo que solíamos subir, pero en ese momento no nos importó mucho. 
Comenzamos a trepar, y trepamos y trepamos y a medida que lo hacíamos nuestra bolsa de  motín se llenaba más y más, sin haber llegado a lo alto más alto todavía, estábamos en una rama, y cuando vi hacía abajo, vi todo lo que habíamos subido, y hoy puedo admitir que tuve miedo de la altura, pero en ese momento sólo dije que mi bolsa estaba muy llena de higos como para seguir subiendo, y le dije a mi prima que yo bajaba, a lo cual ella, pinchándome me contestó “cobarde!”, pero  esa vez no me importó lo que dijera, yo bajaría igual, y así lo hice, ella se quedó sentada en la rama viendo hacía arriba, viendo como seguir subiendo.
Yo no ví lo que pasó, o no lo recuerdo, sólo recuerdo ver una mancha que pasó veloz cayendo en caída libre a un costado mío, tampoco recuerdo haber despertado a mi abuela, ni lo que pasó luego.

Lo único que recuerdo es que pasó mucho tiempo para que volviera a la casa de mi abuela, y cuando volví, la higuera no estaba más; había sido serruchado su tronco al ras del suelo, y mi abuela parecía cien años más anciana, no sonreía como antes lo hacía y ya no escuchaba más radio en las tardes calurosas del verano.

Lola Ghiglione









Viviré en ti

El día en que parta
estaré en cada cosa que ames
en un nuevo amanecer
en tus manos cariñosas
en la carta humedecida de recuerdos
en los ojos de mis hijos
o en tu propio cuerpo.
Déjame llevarme
el vestigio de tu sonrisa
para compartirla
dónde quiera que esté

Elizabeth Francken
en “Los años ámbar”









Caprichosamente apareciste
cuando nada hacía preveer
un cambio en mi.
Me costó darme cuenta que anduvieras
tan cerca y yo estuviese tan lejos.
No observé tu hermosa mirada,
ni por enterado que alguna vez,
a mí estuviese dirigida.
Tu voz enronquecida que no escuchaba,
pues en mis oídos tenía otra voz,
que aunque lejana,
todavía hacía sentir un pasado con gloria.
No quiero entusiasmarme contigo,
porque necesito llenar un espacio
y tu reúnes las condiciones que yo deseo poseer.
Pero temo enfrentar otra ves al pasado
y no soportar equivocarme nuevamente.

Luis 528










Revista Viajero N° 56 - Junio 2011

 


No merezco ser escuchada, Rey Supremo,
oro inquieta y con poca fe,
no percibo tu presencia Gloriosa,
pero tengo la certeza, que me oyes.

El vibrar del dolor, debilita mi intelecto,
se ahuecan mis sienes y pierdo mi comunicación, 
como en un abismo de la nada, hay tormento.
Con la plegaria rota, encuentro de vuelta tu presencia.

La angustia invade en plenitud mi corazón.
El Señor conoce, mi laberinto terrenal
y me descubre un espacio, grande de misericordia
llenando ese vacío con amor, no merecido.

Con su cariñosa mano en mi frente tras las lágrimas
vuelve milagrosamente, la esperanza del perdón.
El Divino poder cautiva a mi carcomida carne,
y esta comunión, engendra, en mí, “nueva vida”.

El Señor escuchó mis pésimas plegarias con amor,
y la sangre de su Hijo que nutre su Palabra,
limpió mi desesperación, su luz me dio la paz,
y subyugó mi alma por la gracia de Cristo, 
mi Salvador.

Rosa Dolabjian















hay silencios clavados en el centro de este poema |

el que los labios aprietan y es como una daga

el que dibuja aquello que no puede decirse

y el silencio atroz de aquel que es todo silencio 

nada | vacío | un tajo en la memoria

Miguel Angel Morelli
de “Despojos”















Ella


Ella se despertó sobresaltada
serían como las seis y media 
de la mañana,
y abrió sus ojos y no pudo ver
y no quiso ver, el día que se levantaba.
Se sentó, como siempre, 
a los pies de la cama.
Miró al sol entrar por su ventana
tomó la almohada, gastada
la más chiquita, aquella que 
ya acostumbrada tapa su cara, 
volvió a recostarse, sin nada, 
a intentar conciliar el sueño
hasta las ocho de la mañana
como muchas mañanas
como todas las mañanas.
Pero esta vez no quiso
o no pudo cerrar los ojos
hinchados de lágrimas,
producto de un sueño
no demasiado alentador.
Ella abrió sus ojos y eligió
no luchar más contra el reloj.
Y entonces refregó su cara
miró por la ventana y sintió
sin más ganas de luchar
que el sueño había terminado.
Ella abrió la ventana
susurró bajito, muy bajito
“Sal corazón, ve a volar esta mañana
hasta que llegue la noche 
y vuelvas a cobijarte en mi almohada”
“Sal corazón, despabílate esta mañana 
que yo te necesito aquí conmigo
cuando vuelva a recostar mi cabeza 
sobre la almohada”.
“Sal corazón, toma aire, vuela alto
siente el viento en tus alas
que yo te necesito aquí conmigo 
el resto de las mañanas”.
Encendió un cigarrillo,
tal vez dos y decidió
no mirarse en el espejo
esa mañana.
Ella, se quedó inmóvil
esperando que pase la tormenta
para volver
a recostarse en su cama
y así imaginar la luna
que no alcanza a ver
por su ventana.

María Eugenia Nebbia















La cuidadora


Hace mucho tiempo, no sabemos bien cuanto, en un paraje remoto había una pequeña aldea donde todos se conocían, todos en algún momento del día se cruzaban en la plaza del pueblo, o porque iban a buscar hortalizas para la comida o buscaban agua potable de la fuente del centro de la plaza, o si eran hombres seguro se cruzaban en la única taberna; antro, oscuro y mal oliente, sin ventilación en donde los hombres, una vez terminadas las faenas diarias, sea en el cultivo de lo que sería su alimento o en el cuidado del ganado, se reunían a tomar cerveza de tonel y a fumar asquerosos cigarros armados.
En las afueras de la aldea había un bosque, un bosque al que nadie entraba, algunos hablaban de duendes, otros de brujas o simplemente de animales salvajes nunca antes vistos.
En el comienzo del bosque, lejos del camino a la ciudad había una choza, desde el camino era imposible de ver, tenías que caminar entre tupidos arbustos y rodear enormes pinos, ancestrales árboles que han estado ahí desde antes del hombre, para poder verla. Era una choza chica, solo entraba una sola persona con lo mínimo: una mesa, un camastro, y un fogón para caldearla y que se cocine la comida con una chimenea que humeaba durante todo el día y toda la noche, a la choza no la podías ver por lo tupido del bosque, pero el olor a comida era inconfundible, si tenías buen olfato, podías encontrar el camino sin ningún problema.
Sin embargo la persona que vivía en esa cabaña en el medio del bosque no era bien vista en el pueblo, las pocas veces que iba no hablaba con nadie salvo lo justo y necesario, no necesitaba del agua de la fuente, ya que cerca de su casa tenía un arroyo y de ahí sacaba toda la que necesitaba. Las mujeres no la querían porque no se prendía en el cotorreo propio de mujeres aburridas, hijos no tenía, sus ropas eran viejas y ajadas y muchas veces se olvidaba de lavarlas, estaba tan acostumbrada a la soledad del bosque, a sus ruidos, a la vida simple de la naturaleza que poco le importaba lo que dijeran los demás.
En los días de tormenta cuando todo el mundo corría a sus casas para guarecerse de la lluvia, esconderse de la naturaleza, el miedo a la ira de dios era mayor a cualquier otra cosa, mientras durara la tormenta no se trabajaba, las mujeres no charlaban, no se juntaban al lado de la fuente y se ponían al día con los chismes diarios. Los hombres no eran muy distintos, la taberna seguía siendo el lugar más concurrido, pero el ambiente era opresivo, los ánimos estaban bajos, todos se ponen taciturnos y de mal humor, toman su cerveza en silencio o mascullando maldiciones por la lluvia, la cosecha que se pierde, los animales que se mueren y todo lo que podía ser culpable, la naturaleza, o sea todo.
Mas la habitante de la choza del bosque no era así, los días de lluvia, cuando la tormenta arreciaba con más fuerza, cuando el viento clamaba con todas sus fuerzas era ahí, cuando salía a recorrer el bosque, con mucho más ahínco que los demás días. Tal vez por hacer eso, que para los aldeanos era lo contrario de lo que hacían ellos, era otro motivo para no quererla, para hablar mal de ella, inventar historias, algunas hasta llegaron a tildarla de hechicera.
Lo que hacía ella en esas recorridas, lo que buscaba en esas caminatas nadie lo sabía, sólo ella y el bosque, que en su sabio silencio a nadie contaba.
Cuando una tormenta arreciaba, cuando la lluvia caía sin compasión, cuando el viento clamaba era cuando más fácil, los animales del bosque se perdían de sus casas, perdían el camino de regreso a sus madrigueras o caían de sus nidos, derribados por el viento. Ahí estaba ella, la vieja, la que no hablaba con nadie, la que a veces se olvidaba de sus ropas y de su apariencia. Le preocupaban más las criaturas del bosque, así es como ayudaba a los animales a encontrar refugio, sus madrigueras, si veía pájaros heridos, sin poder volar, o pichones que aún no tenían sus alas para protegerse de la vida misma, la fuerza de la naturaleza se los llevaba. En la choza les daba calor, abrigo, comida, curaba las heridas de todos los animales heridos que encontraba en su camino. Ella los cuidaba como el bosque cuidaba de ella, dándole refugio y comida, ella se sentía en el deber de corresponder cuidando a las criaturas que vivían en él, hasta que se le hizo su forma de vivir, aprendió a vivir en una completa armonía con el bosque, lo sentía vivo, sentía como latía, le hablaba, podía escucharlo, y con las criaturas que en él habitaban.
Siempre sufría cuando los animales partían y dejaban de hacerle compañía en la pequeña choza, a veces el silencio dentro era demasiado tangible, pero sabía perfectamente que ella no era dueña de ninguna vida, ni siquiera de la suya propia, todo pertenecía a la naturaleza, ella era solo un eslabón más de una enorme cadena., invisible cadena.
Pero como todo humano a veces esperaba que algún animal se quedara a hacerle compañía, sentía que la vejez se cernía sobre ella con una lúgubre soledad. Los animales curaban y partían, era una ley natural que volvieran al bosque junto a los otros animales, junto a sus pares.
Los años pasaron lentamente, los veranos se sumaron a inviernos, algunos más fríos, otros no tanto, con épocas de tormentas fuertes y otras que no lo eran tanto. Su recorrido por el bosque continuaba sin modificaciones, se fue alejando totalmente de la gente de la aldea, ya no necesitaba nada de ellos, todo lo que podía necesitar, el bosque se lo brindaba y en abundancia. Los animales que curaba de trampas de los aldeanos y los pájaros que crecieron al calor de su fuego fueron demasiados para recordarlos a todos, pero a todos les tenía cariño, eran como su familia que nunca tuvo, eran los amigos que nunca tuvo; eran amor, que nunca ningún humano le brindó.
Hubo un invierno mucho más duro que los anteriores, en donde la vejez ya estaba instalada desde hacía varios años, ya no salía a recorrer el bosque en los días de tormenta como antes, sus huesos se lo impedían, pero en la medida de lo posible, seguía curando animales, y seguía dando cobijo a todo aquel que lo necesitara.
Hasta que llegó el día que no pudo salir más, era una noche oscura, el viento soplaba con inclemencia y la lluvia caía con toda la fuerza, parecía que el cielo se había partido en dos y se estaba drenando con toda la fuerza. Ella presentía que no iba a volver a ver el sol, sentía el frío de la muerte en sus viejos y cansados huesos. Meditó mucho en esa noche pensando en su elección: cambiar a los humanos por los animales, cambiar la vida de la aldea por la dura y solitaria vida en el bosque. Y no se arrepintió de su elección, no pesaron las noches de soledad, pesó en su última hora haber podido ayudar a tantas criaturas, pesaron todos los animales que crecieron y se curaron, todos los animales que tuvieron su oportunidad de supervivencia cuando pensaban que no.
Un golpe en la puerta, una rama pensó, el viento y la tormenta, otro golpe más, insistente, los dolores no la dejaron pararse del camastro, no podía ver si era una rama o la lluvia, por el ritmo continuo no lo parecía, no tuvo temor, sabía que era su hora, nada más podía pasarle iba a volver a la tierra, a la naturaleza, así lo veía en sus últimas horas, no tenía temor a la muerte, y a la soledad ya se había acostumbrado. El golpe en la puerta continuaba insistente, hasta que una ráfaga de viento la abrió y desde el camastro pudo ver que no era una rama, ni el viento, eran todos y cada uno de los animales que alguna vez había curado. Hasta pájaros que vio nacer de huevos caídos de sus nidos en medio de tormentas.
Su último pensamiento fue que la soledad que tanto la abrumaba en algunas noches era sólo una tonta ilusión, nunca estuvo sola en el bosque.
La naturaleza nunca deja sola a sus criaturas.

Lola Ghiglione















Duele


Duele.
Duele en estos ojos
que no saben si te buscan
o si huyen de ti.
Duele en estas sonrisas vacías
que amaron las tuyas y rieron.
Duele en el regazo de lo vano.
Duele por siempre
tu recuerdo en mis manos.

Elizabeth Francken
en “Los años ámbar”















Radiante relojeas tu entorno
como águila oteando sus presas,
contornea tu figura tu andar sigiloso cual felino,
tu cabello frondoso juega en tu espalda
moviéndose al ritmo
que imponen en tus caderas
tus majestuosas y admiradas piernas.
Ojos color del tiempo,
labios carnosos con tenue sonrisa
que incita que sí, 
pero no me lo pronuncian.
Observo tu figura envidiable,
y quisiera poder ceñirme en tu cintura para siempre
e ingresar en tus pensamientos y no salir jamás.

Luis 528

Revista Viajero N° 55 - Mayo 2011

 



Volverte a ver


Volver a vivir tu amor una vez,
volver a sentir tu carne en mi piel,
y todos tus besos y todo tu cuerpo
que aplaca mi sangre y aquieta mi ser.
Volver, cuanto yo quisiera volver,
mirarme en tus ojos, buscar el placer
aquel que tus manos de tantas profanas
caricias sagradas me hacían arder.

Volver a vernos nuevamente
será tal vez una locura
el tiempo que pasó dejó sus huellas
que entonces no nos daba la aventura.
Volver a vernos tan distintos
será mejor que no lo hagamos
en el recuerdo del pasado
se vive a solas aun esos años.

Volver a mirarnos de nuevo otra vez
me asusta el momento, me eriza la piel
no tenemos nada de aquello que entonces
felices nos daban tu ser y mi ser.
Volver para qué, si es herir tal vez
a este frío intenso al que me adapté
Ya ves, los momentos se los lleva el tiempo
y solo nos deja dormido con él.

Marí Bacot















a julieta y agustina

¿es la arena un pretexto del desierto?
¿son las huellas un invento del camino?
si todo es conjetura | lo será también mi fuga | 
y sin embargo | es de tanto cruzar el desierto esta fatiga | 
de fuego | la sed que me devora la garganta

Miguel Angel Morelli
de “Despojos”















Lo cotidiano


En la impronta del empeño, confío en el Señor
estoy proyectada, claramente en el infinito,
desconfío, de mi propia inteligencia finita.
Renazco, en la frecuencia de celestial latitud.

Habilita Dios, todos mis proyectos y caminos,
en los felices, en las angustias y en los silencios,
tengo la certeza, que el Ojo del universo
allanará mis sendas, a espacios transparentes.-

Quiero despojarme de todo y escuchar lo Divino
la voz de la verdad, atizando anhelos;
Y recibir el privilegio de la sublime belleza,
en la calma, de una conducta de Fe; inquebrantable.

Del error viene la arrogancia, del alma vacía.-
Al estar en el torbellino de lo cotidiano, ruego y
busco, la firmeza de la virtud, de alas intangibles,
y la Fe en Dios, sin una gota de duda ¡Felicidad!.-

Rosa Dolabjian















Aplausos


Construir sobre cenizas es inclinarse en el suelo
y tomar entre los dedos
el pasado
la vida
el dolor.
Es dejar caer la nostalgia en el vacío
y volcarla hacia la esperanza de lo nuevo
para levantarse
en medio de la desolación.
Y gritar que estamos vivos
que necesitamos y nos necesitan
que amamos aún entre las cenizas
y que hay un Dios que aplaude
la fuerza que resurge en nuestro ser.

Elizabeth Francken
en “Los años ámbar”















El baile


María estaba sentada en su escritorio, con una pila de papeles delante suyo, listos para que los revise y los archive.
Era lunes, primera hora de la mañana, era lunes pero podría haber sido martes, miércoles cualquier día de la semana, la pila no variaba, su trabajo tampoco.
 Tenía el mismo trabajo desde hace más de quince años, sabía muy bien lo que tenía que hacer y lo que esperaban de ella, y ella no iba a dar ni una pizca de más de lo que esperaban.
Poco le importaba las tareas de la oficina, tenía en su cabeza otra cosa, mucho más importante: la noche del sábado, qué usaría, qué se pondría….eso era mucho más vital que una pila de papeles para archivar.
María no era una de las bellezas de la oficina, eso nunca podría decirse de ella, no era infartante ni te dejaba sin aliento si se cruzaba en tu camino. Tampoco se podría decir que estaba en la primavera de su vida, María tenía esa edad indefinida en que te dicen señora por más que no estés casada, y que aún no eras tan vieja como para ser abuela, si es que tenías hijos que te hicieran abuela, María no tenía hijos, ni sobrinos, No estaba casada y nadie, ninguno de sus compañeros supo o le conoció novio alguno en ninguna reunión o fiesta laboral, el estado sentimental de María era un enigma para toda la oficina. 
Era miércoles por la tarde, estaba en plena reunión donde estaban explicando los lineamientos generales del trimestre corporativo, mas ella tenía otra cosa en la cabeza; el vestido que iba a usar el Sábado, era simplemente fabuloso, con un escote profundo y su espalda al descubierto estaba convencida de que tendría un éxito rotundo en la noche del sábado, todos los hombres caerían rendidos ante sus encantos, todos debidamente mostrados por el vestido que realzaba cada uno de ellos de manera impactante. De la reunión poco y nada retuvo, luego de tantos años ahí dentro ya se sabía de memoria todos los lineamientos posibles para aumentar la productividad y aumentar las ganancias. Poco retuvo de la reunión pero ya tenía en claro qué zapatos combinarían divinos con el color del vestido y la cartera que hacía juego con ellos, los había visto en el escaparate de una tienda de diseño, estaban un poco fuera de su presupuesto, pero la noche del sábado lo ameritaba, ¿total, qué le hacía comer arroz durante un mes?, lo había hecho tantas veces que una vez más no le iba a implicar tanto.
Ya el viernes no le salía ni trabajar, siempre le pasaba los nervios de la cercanía del sábado no le permitían hacer su trabajo correctamente, lo único que le quedaba era tratar de pasarlo disimuladamente y rogar que su jefe no la llamara por nada en particular.
Ya tenía cita para el peluquero, el manicurista, y la depiladora para el sábado a la mañana, la tarde la tenía reservada para una siesta reparadora y así no estar con ojeras de cansancio a la noche.
Y Llegó el sábado, tan largo y ansiosamente esperado, vestida, perfumada, peinada se dirige a la milonga del barrio, el vestido le queda pintado; si bien hace rato que ya pasaron sus quince años, ella se siente una quinceañera tontamente emocionada, pensando en que bailará y reirá toda la noche y que la rodearán caballeros de toda la ciudad, caballeros de traje y bombim, fumando exóticos habanos. A ella no le gusta el olor a humo, pero sabe que fumar habanos es de otro estatus, uno al que a ella no le molestaría entrar.
Y aguantó todo lo que pudo, movió el pie al ritmo de la música toda la noche, sólo se atrevió a tomar agua sin gas para que el alcohol no le hiciera perder compostura. Toda la noche estuvo sentada obediente en su silla esperando que algún señor, de esos con habanos y sombrero, la sacara a bailar una pieza. Pero no hubo caso, su vestido tan largamente pensado, su peinado, nada logró esa noche.
Abatida en las primeras horas de la madrugada, con la tristeza que empaña su vista, toma el taxi que la devolverá a su casa, un departamento de dos ambientes chicos y oscuros, en barrancas, donde la única vista que tiene es una gran pared manchada de humedad del edificio de enfrente.
Ya en su casa mientras se prepara un café con leche, como todos los domingos a la mañana, se saca su vestido y lo cuelga primoroso en la percha que le designó a tal modelo, se cepilla con parsimonia cien veces su larga cabellera y se quita con pequeños algodones el maquillaje restante. Cuando el café está listo, ella también, prende la televisión para mirar el canal del noticiero y de a sorbos va bebiéndolo, no presta mucha atención a las noticias que se van sucediendo una tras otra a través de la pantalla, ya tiene en mente otra cosa mucho más importante que todas, la noche del sábado próximo. 

Lola Ghiglione















De quién sabe qué (Tango)


Tu noción inconsciente
de mis sentimientos
genera delirios
en mi parecer.
Se invierten los colores
cuando las luces se tornan sombras
y frente a mí, tu presencia se impone
por el solo hecho de ser…
… tu destino.
Los pensamientos que ocultan
desgarrados sentimientos
sólo son la muestra
de la unión en la individualidad…
Con un vacío lleno de soledad
ya he decidido por mí,
pero si me voy es para encontrar
la esencia propia que perdí,
busco la memoria de los recuerdos
de todo aquello que fue
y que por haberse ido
ya jamás volverá.

Roxana Contreras















Esperanza


Me costó encontrarte, estabas en otra frecuencia,
en otro habitat, en algún lugar lejano.
Hallarte no fue fácil, 
desearte no fue difícil
y no pensar en ti es imposible,
te doy gracias por estar tan presente en mi.

Te corresponde decir, si anhelas 
que alguna de mis sonrisas
de las muchas que he guardado para vos,
te ofrendara.

Necesito saber si de tu agrado sería
que alguna mirada de las tantas que por ti y para ti deseo, 
desearías ver.
Si al mirar mis manos llenas de caricias 
necesitas apropiarte de algunas,
házmelo saber,
pues todas absolutamente tuyas son.

Tengo mucho amor todavía que vos afloraste,
cuando pensaba que ya todo había sido así.
Gris hasta el final.

Luis 528